La osteotomía de rodilla es una intervención quirúrgica ortopédica que consiste en realizar un corte controlado en uno de los huesos que conforman la articulación (tibia o fémur), con el objetivo de cambiar la alineación del eje de la pierna y redistribuir las cargas que soporta la rodilla.
En condiciones normales, la carga del peso corporal se transmite de manera equilibrada a través del fémur y la tibia. Sin embargo, cuando existe una desviación del eje mecánico —como ocurre en las rodillas en varo (“en paréntesis”) o en valgo (“en X”)—, un compartimento de la rodilla soporta más presión que el otro. Con el tiempo, este exceso de carga genera desgaste progresivo del cartílago (artrosis unicompartimental), dolor, inflamación y limitación funcional.
Desde un punto de vista técnico, la cirugía puede realizarse en la tibia (osteotomía tibial alta) o en el fémur (osteotomía femoral distal), y puede ser valguizante (corrige el varo) o varizante (corrige el valgo). La decisión depende de la localización del desgaste, la magnitud de la deformidad y las características del paciente.
La osteotomía de rodilla no es un procedimiento universal; está indicada en situaciones muy concretas en las que el dolor y la limitación funcional se deben a un desgaste localizado y a una alteración del eje mecánico de la extremidad.
Las principales indicaciones clínicas son:
Artrosis unicompartimental
Cuando el desgaste se concentra en la cara interna de la rodilla (compartimento medial, habitual en rodillas en varo) o en la cara externa (compartimento lateral, típico en rodillas en valgo).
Desalineaciones estructurales
Rodillas en varo (“piernas arqueadas”) o en valgo (“en X”) que provocan sobrecarga y dolor progresivo.
Pacientes jóvenes y activos
Personas menores de 60 años que mantienen una buena movilidad y función muscular, pero presentan dolor persistente en un compartimento de la rodilla.
Alternativa a la prótesis
Pacientes con artrosis localizada que no son buenos candidatos a una prótesis total de rodilla, ya sea por edad, nivel de actividad o porque desean conservar su articulación natural.
Lesiones postraumáticas o secuelas de cirugías previas
Fracturas mal consolidadas, inestabilidades crónicas o deformidades que alteran el eje mecánico.
La finalidad de una osteotomía no es únicamente “enderezar la pierna”, sino restablecer un equilibrio funcional que permita prolongar la vida útil de la articulación. Los objetivos terapéuticos se pueden resumir en cuatro grandes pilares:
Aliviar el dolor
La corrección del eje mecánico reduce la sobrecarga sobre el compartimento dañado, lo que disminuye de manera significativa la sintomatología dolorosa.
Mejorar la función y la movilidad
Al redistribuir las cargas, el paciente recupera la capacidad de caminar, subir y bajar escaleras o realizar actividades diarias sin limitaciones.
Retrasar la evolución de la artrosis
La osteotomía ralentiza la degeneración del cartílago en la zona afectada y protege el compartimento sano, prolongando los años de funcionalidad de la rodilla sin necesidad de implantar una prótesis.
Conservar la articulación natural
A diferencia de las prótesis, la osteotomía preserva los huesos y tejidos propios del paciente, lo que facilita un mayor rango de movimiento y mejores sensaciones articulares en personas jóvenes y activas.
Existen diferentes modalidades de osteotomía de rodilla, y la elección depende de la localización del desgaste, el tipo de desalineación y las características del paciente. El objetivo común a todas ellas es modificar el eje mecánico de la pierna para redistribuir las cargas de manera más equilibrada sobre la articulación.
Osteotomía tibial alta (OTA)
Es la más frecuente y se utiliza principalmente en rodillas en varo, cuando el desgaste se localiza en el compartimento medial (interno). Se realiza en la parte proximal de la tibia, justo por debajo de la rodilla, corrigiendo la desviación hacia fuera (valguizante).
Osteotomía femoral distal
Indicada en casos de genu valgo (“piernas en X”) con sobrecarga en el compartimento lateral de la rodilla. La corrección se realiza en el fémur distal para desplazar la carga hacia la parte medial.
Osteotomía valguizante
Se emplea para corregir las rodillas en varo, trasladando el peso hacia el compartimento externo (lateral).
Osteotomía varizante
Indicada en rodillas en valgo, para derivar la carga hacia el compartimento interno (medial).
Osteotomía de apertura (open wedge)
Consiste en realizar un corte en el hueso y abrir un espacio que se rellena con injerto óseo o material sintético, fijado con placas y tornillos.
Osteotomía de cierre (closed wedge)
Se reseca un pequeño fragmento de hueso en forma de cuña, aproximando los bordes restantes para corregir el eje.
Osteotomía con bisagra (hinge)
El corte no atraviesa completamente el hueso, de manera que queda un punto de apoyo óseo que actúa como bisagra. Esto permite abrir o cerrar el ángulo sin interrumpir totalmente la continuidad ósea.
En muchos casos, el cirujano puede combinar varias de estas técnicas para lograr la corrección ideal, siempre adaptada al grado de deformidad, el estado del cartílago y el nivel de actividad del paciente.
La osteotomía tibial alta valguizante de apertura interna es, en la actualidad, la técnica más utilizada para el tratamiento de la artrosis medial en rodillas varas, debido a su precisión y predictibilidad.
La osteotomía de rodilla es una cirugía meticulosamente planificada. Aunque existen variantes (tibial alta valguizante, femoral distal varizante; apertura/cierre; con o sin bisagra), el procedimiento comparte una secuencia lógica: planificación milimétrica del ángulo a corregir, corte óseo controlado, estabilización rígida con implantes y recuperación guiada para favorecer la consolidación y restaurar la función.
Antes del quirófano, se realiza una planificación geométrica precisa. Las radiografías de miembros inferiores en carga permiten medir el eje mecánico (ángulo cadera-rodilla-tobillo), cuantificar el varo/valgo y definir el punto objetivo de carga al que se quiere desplazar la línea de gravedad (corrección “a medida” según cartílago remanente y compartimento afectado).
La RM valora el estado del cartílago, meniscos y ligamentos; en deformidades crónicas se estudia la oblicuidad de la línea articular para evitar sobrecorrecciones. Puede emplearse software de planificación o guías de corte específicas del paciente.
En paralelo, se optimizan factores modificables: control glucémico, suspensión temporal de anticoagulantes/antiagregantes cuando corresponda, abandono de tabaco (reduce riesgo de pseudoartrosis), corrección de déficit de vitamina D, pérdida ponderal si hay sobrepeso y “prehab” (fortalecimiento de cuádriceps y glúteos, movilidad de tobillo y cadera). La consulta de anestesia define el plan (regional o general) y la profilaxis tromboembólica individualizada.
En quirófano, el paciente se coloca en decúbito supino con apoyo del miembro y control fluoroscópico. Se administra antibiótico profiláctico y se marcan referencias óseas y cutáneas de seguridad.
En una osteotomía tibial alta valguizante de apertura interna —la más frecuente en varo medial—, se realiza una incisión anteromedial y se protege el paquete neurovascular posterior. Con guías de corte y bajo escopia, se efectúa el osteocorte en la metáfisis proximal tibial, respetando una “bisagra” lateral ósea. Con cinceles y separadores progresivos, se abre la cuña hasta alcanzar la corrección planificada; el cirujano verifica en tiempo real el trazo del eje mecánico y la altura de la tibia proximal para no alterar la línea articular. El espacio creado se rellena con injerto óseo (autólogo iliaco o aloinjerto) o sustitutos sintéticos (fosfato tricálcico/hidroxiapatita) para favorecer la consolidación y mantener la apertura.
La fijación se realiza con placa bloqueada y tornillos angulados que proporcionan estabilidad rígida y permiten una movilización precoz sin colapso. Se comprueba la corrección, la estabilidad y la ausencia de fractura de la bisagra lateral. Se irriga, se cierra por planos y se aplica vendaje compresivo. En valgo lateral, la osteotomía femoral distal varizante invierte el concepto: corrección sobre fémur, con cuña de cierre o apertura según el caso, protegiendo el nervio femorocutáneo y evitando excesiva oblicuidad de la línea articular.
En casos seleccionados se asocian gestos complementarios (suturas meniscales, reparaciones condales, realineación patelofemoral), o se indican osteotomías combinadas si la deformidad tiene componente femoral y tibial. El objetivo es siempre redistribuir carga sin generar incongruencias ni sobrecorrecciones que comprometan la biomecánica.
0–6 semanas. Periodo de protección biológica.
Se controla el dolor con analgesia pautada y, si procede, bloqueo regional las primeras horas. Son clave la crioterapia intermitente, la elevación y la movilización precoz del tobillo para prevenir trombosis. La carga suele ser parcial con dos muletas (entre 10 y 20 kg o “apoyo de contacto”, según fijación y calidad ósea).
Se prioriza extensión completa desde los primeros días y se progresa flexión de forma gradual (p. ej., 0-90° al final de la segunda-tercera semana, si la estabilidad lo permite). Se inician isométricos de cuádriceps y glúteo, contracciones del tríceps sural, activación del core y respiración diafragmática. Curación de herida y control radiográfico a 4–6 semanas valoran el callo óseo inicial.
6–12 semanas.
Con signos de consolidación en la radiografía, se aumenta la carga progresiva hasta el apoyo completo y se retiran muletas de manera escalonada. Se trabaja la reeducación de la marcha, la propiocepción (suelo estable → inestable), y el refuerzo en cadena cinética cerrada (sentadillas parciales, prensa con bajo tonelaje, step-ups).
La biclicleta estática y elíptica de baja resistencia ayudan a ganar resistencia sin impacto. Se normaliza la movilidad (objetivo: flexión funcional >120°) y se recupera fuerza simétrica cadera-rodilla-tobillo.
>3 meses. Fase de rendimiento funcional.
Consolidada la osteotomía, se introducen impactos controlados (caminar en pendientes suaves, marcha nórdica), trabajo de potencia y cambios de ritmo según tolerancia. Deportes sin impacto (natación, ciclismo, pilates, gimnasio) son generalmente bien aceptados.
La carrera continua en terreno blando y progresivo puede valorarse en casos seleccionados; deportes de alto impacto o pivotaje se individualizan y, en osteotomías por artrosis, suelen desaconsejarse como hábito. Se reevalúa radiológicamente la consolidación completa entre el tercer y sexto mes y se decide el retorno laboral según demandas del puesto (oficina: 4–6 semanas; trabajo físico: 8–12+ semanas).
La incisión suele situarse en la región anteromedial de la tibia proximal (en femoral, lateral distal del muslo). Su longitud varía (aprox. 6–10 cm) según habitus y técnica. La cicatriz pasa por fases: rojiza y más visible en los primeros meses, blanqueando y madurando hasta los 12–18 meses.
Es frecuente una zona de hipoestesia cutánea perilesional (pequeñas ramas nerviosas cutáneas) que mejora con el tiempo. Para optimizar el resultado estético se recomiendan láminas o geles de silicona tras el cierre, masaje de la cicatriz cuando esté estable, y fotoprotección estricta.
Algunas personas notan cierta prominencia por la placa; no implica problema. Si a medio plazo genera molestia al apoyo o con la actividad, puede valorarse su retirada electiva una vez consolidada la osteotomía (habitualmente >12–18 meses).
La recuperación de una osteotomía es un proceso progresivo que exige disciplina, fisioterapia específica y revisiones periódicas. A diferencia de una prótesis total, en la que se sustituye la articulación, aquí el hueso debe consolidar tras el corte y la corrección, por lo que los tiempos de rehabilitación son más largos y cuidadosos.
El protocolo puede variar según la técnica (apertura vs cierre, tibial vs femoral) y la estabilidad obtenida con los implantes, pero en términos generales se distinguen varias fases:
Primeras semanas (0–6)
Semanas 6–12
A partir del tercer mes
La consolidación ósea completa puede tardar entre 3 y 6 meses, y el resultado funcional definitivo se evalúa entre los 6 y 12 meses tras la cirugía.
La vida tras una osteotomía de rodilla suele mejorar de forma significativa cuando se logra el objetivo de la corrección: menos dolor, mayor estabilidad y una mejor autonomía en la vida diaria. No obstante, el éxito depende en gran medida de los hábitos del paciente y de su grado de implicación en la rehabilitación.
En algunos pacientes, los implantes (placas y tornillos) pueden generar molestias locales, y en ese caso se plantea su retirada pasados 12–18 meses, siempre tras confirmarse la consolidación ósea.
Aunque la osteotomía mejora notablemente la calidad de vida, también implica ciertas limitaciones permanentes o temporales que el paciente debe conocer:
Movilidad
En la mayoría de los casos se conserva un rango de movimiento funcional, pero algunos pacientes refieren leve rigidez o dificultad para alcanzar la flexión máxima.
Deporte
El retorno a deportes de impacto intenso (carrera continua, fútbol, esquí de alto nivel) suele estar restringido. La cirugía está orientada a actividades de menor impacto que prolonguen la vida útil de la articulación.
Dolor residual
Aunque el dolor mejora de forma significativa, puede persistir cierta molestia tras esfuerzos prolongados o cambios climáticos.
Estética
La cicatriz en la zona anteromedial de la tibia o lateral del fémur puede ser visible, aunque con los cuidados adecuados se atenúa con el tiempo.
Prótesis en el futuro
La osteotomía no descarta de forma definitiva la necesidad de una prótesis; su objetivo es retrasarla. Con el paso de los años, la artrosis puede progresar y requerir un reemplazo articular.
Material de osteosíntesis
La placa y los tornillos pueden ocasionar molestias locales. Su retirada es opcional, pero no siempre necesaria.
En resumen, la osteotomía ofrece al paciente años de rodilla funcional sin prótesis, pero exige compromiso con el cuidado personal, actividad física adaptada y revisiones periódicas para vigilar la evolución de la articulación.
La osteotomía de rodilla es una técnica que, bien indicada, ofrece beneficios diferenciales respecto a otras cirugías ortopédicas como la artroplastia parcial, la prótesis total o incluso los tratamientos exclusivamente conservadores. Su valor reside en que permite preservar la articulación nativa y devolver funcionalidad durante muchos años, sobre todo en pacientes jóvenes y activos.
Preservación de la articulación natural
A diferencia de la prótesis total o parcial, la osteotomía no sustituye las superficies articulares por implantes metálicos y polietileno. En su lugar, corrige el eje mecánico y redistribuye las cargas, permitiendo que el propio cartílago siga funcionando.
Retraso en la necesidad de una prótesis
Está demostrado que la osteotomía retrasa de forma significativa el momento de colocar una prótesis de rodilla, que en pacientes jóvenes tendría un mayor riesgo de desgaste y cirugías de revisión. En muchos casos se consiguen 10–15 años adicionales de articulación nativa funcional.
Mayor libertad de actividad física
Con una prótesis total existen limitaciones permanentes (no se recomiendan deportes de impacto o giros bruscos). En cambio, tras una osteotomía es posible mantener actividades de mayor exigencia física, siempre dentro de lo razonable. Esto la convierte en una cirugía especialmente atractiva para personas activas.
Mejor percepción de movilidad y propiocepción
Los pacientes operados de osteotomía suelen describir una rodilla “más natural” en comparación con quienes llevan una prótesis, ya que se conservan los ligamentos y la propiocepción articular.
Durabilidad del material
Los implantes metálicos utilizados (placas y tornillos) sirven de soporte temporal para la consolidación ósea. No sufren desgaste como ocurre en las prótesis y, si causan molestias, se pueden retirar de forma sencilla una vez consolidada la osteotomía.
Resultados funcionales a largo plazo
Diversos estudios muestran que, en pacientes bien seleccionados (jóvenes con artrosis unicompartimental y deformidad en varo/valgo), la osteotomía consigue tasas de satisfacción superiores al 80–90 %, con una notable mejora del dolor y la función.
Procedimiento | Indicación principal | Preserva articulación natural | Nivel de invasión | Tiempo de recuperación | Durabilidad estimada | Limitaciones funcionales | Comentario clave |
---|---|---|---|---|---|---|---|
Osteotomía de rodilla | Pacientes jóvenes/activos con artrosis unicompartimental y deformidad en varo/valgo | Sí | Moderado (realineación ósea con fijación) | 3–6 meses para actividad plena | 10–15 años antes de posible prótesis | Evitar deportes de impacto repetido | Retrasa la prótesis y permite mantener rodilla nativa |
Prótesis total de rodilla (artroplastia total) | Artrosis avanzada generalizada, pacientes mayores o con limitación severa | No | Alto (sustitución completa) | 3–6 meses | 15–20 años (revisión compleja) | Prohibidos deportes de impacto; sensación “mecánica” | Solución definitiva en artrosis difusa |
Prótesis parcial (unicondilar) | Artrosis aislada en un compartimento, pacientes mayores con buen alineamiento | Parcial | Medio | 2–3 meses | 10–15 años | Posible progresión de artrosis en otros compartimentos | Permite buena movilidad, pero puede necesitar revisión |
Artroscopia terapéutica | Lesiones meniscales, condromalacia focal, cuerpos libres, diagnóstico | Sí | Bajo (mínimamente invasiva) | 4–6 semanas | No modifica la evolución de la artrosis | Sin limitaciones relevantes | Útil en lesiones focales, no indicada en artrosis avanzada |
Infiltraciones / tratamientos conservadores | Dolor leve–moderado en fases iniciales. | Sí | Ninguno. | Sin recuperación quirúrgica. | Efecto limitado (meses). | Sin restricciones funcionales. |
La osteotomía de rodilla es una cirugía conservadora de la articulación cuyo éxito se mide por tres variables: alivio del dolor, mejora funcional sostenida y capacidad para retrasar o evitar la artroplastia (prótesis). En pacientes bien seleccionados —artrosis unicompartimental, deformidad en varo/valgo corregible, buen rango de movilidad y ausencia de inestabilidad ligamentosa significativa— los resultados son muy consistentes.
En el corto plazo (6–12 meses) la mayoría de los pacientes refieren un descenso notable del dolor al cargar, reducen el uso de analgésicos y recuperan actividades como caminar a buen ritmo, subir/bajar escaleras y mantenerse de pie tiempos prolongados. En las escalas clínicas (KOOS, WOMAC, Oxford Knee Score) se observa una mejoría clínicamente relevante tanto en dolor como en función y calidad de vida.
A medio plazo (2–5 años), la corrección del eje mecánico se traduce en una disminución de episodios inflamatorios y en menor progresión de la degeneración en el compartimento descargado. Los pacientes activos retoman ejercicio sin impacto (ciclismo, natación, senderismo), e incluso prácticas de impacto moderado seleccionadas y bien dosificadas, según tolerancia clínica y control radiológico.
A largo plazo (10–15 años), diversas series muestran tasas de “supervivencia” del procedimiento elevadas en perfiles adecuados: una proporción significativa de pacientes no precisa prótesis en ese intervalo y mantiene función satisfactoria. Cuando con los años progresa la artrosis global, la transición a prótesis suele realizarse en mejores condiciones (menor dolor, buena alineación previa y stock óseo preservado), lo que facilita la artroplastia de rescate.
Factores que mejoran la eficacia:
Factores que pueden empeorar el pronóstico:
Como toda cirugía ósea, la osteotomía comporta riesgos. La buena planificación, la técnica depurada y el cumplimiento del plan de rehabilitación reducen su incidencia, pero es importante conocerlos para anticiparlos y tratarlos precozmente.
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Generalmente se emplea anestesia raquídea o epidural combinada con sedación, lo que permite al paciente estar relajado y sin dolor durante la intervención. En algunos casos, según las características clínicas o las preferencias del anestesista, puede recurrirse a anestesia general.
El tiempo quirúrgico suele estar entre 60 y 120 minutos, dependiendo de la técnica (osteotomía de apertura interna, cierre externo o combinada), el grado de corrección necesario y si se realizan procedimientos asociados (como meniscectomía parcial o tratamiento condral).
Sí. Aunque los tornillos y placas de osteosíntesis suelen ser permanentes, en algunos pacientes provocan molestias locales o irritación de tejidos blandos. En esos casos, se recomienda la retirada electiva del material una vez confirmada la consolidación ósea (normalmente después de 12–18 meses).
No. Una osteotomía correctamente realizada no contraindica una prótesis futura. De hecho, suele facilitar la transición porque el paciente llega con mejor musculatura y mejor alineación general. Lo único que puede requerirse es una planificación quirúrgica más cuidadosa en la futura artroplastia debido a la existencia de cicatrices y osteosíntesis previas.
Generalmente se permite volver a conducir entre la 6ª y la 8ª semana, siempre que el paciente recupere la fuerza suficiente, no presente dolor limitante y sea capaz de realizar movimientos de frenado y aceleración con seguridad.
El sobrepeso u obesidad incrementa la carga sobre la rodilla y puede comprometer la supervivencia del procedimiento. Mantener un índice de masa corporal saludable es clave para prolongar la eficacia de la osteotomía y mejorar los resultados funcionales.
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