La artritis de rodilla es una afección inflamatoria que afecta la articulación de la rodilla, generando dolor, rigidez y limitación en el movimiento. Puede deberse a diversas causas, siendo las más comunes la degeneración del cartílago articular (artritis osteoartrítica), las respuestas autoinmunes (artritis reumatoide) o infecciones (artritis séptica).
Esta enfermedad implica el deterioro progresivo de los componentes articulares, como el cartílago, el hueso subyacente y los tejidos blandos circundantes, lo que puede conducir a deformidades y pérdida de funcionalidad si no se trata a tiempo.
La artritis es una de las principales causas de discapacidad relacionada con las articulaciones y afecta tanto a personas mayores como a individuos jóvenes, dependiendo del tipo de artritis. Un diagnóstico preciso y un tratamiento personalizado son fundamentales para aliviar los síntomas y prevenir complicaciones a largo plazo.
Las lesiones de rodilla más frecuentes se producen en los ligamentos, los tendones y en los meniscos. Las causas más frecuentes son fuertes traumatismos, desgaste por uso y también patologías congénitas y degenerativas.
Es la forma más común de artritis. Es una enfermedad degenerativa caracterizada por el desgaste progresivo del cartílago articular, lo que conduce a dolor, rigidez y pérdida de función en la rodilla.
Este desgaste ocurre con el envejecimiento, pero también puede acelerarse debido a factores como obesidad, uso excesivo de la articulación en actividades repetitivas, traumatismos previos en la rodilla o deformidades anatómicas que generan una distribución anormal de las cargas.
A medida que el cartílago se deteriora, los huesos entran en contacto directo, provocando inflamación, dolor y rigidez.
En las etapas avanzadas, puede provocar deformidades visibles, como el arqueamiento de las piernas (genu varo), y una importante limitación en la movilidad.
La artritis reumatoide es causada por una alteración en el sistema inmunológico, que ataca por error el revestimiento sinovial de las articulaciones. Este ataque genera inflamación crónica, que daña progresivamente el cartílago, los huesos y los tejidos blandos circundantes. Esto causa inflamación crónica, dolor persistente, rigidez prolongada (particularmente por la mañana) e hinchazón.
Aunque su causa exacta no se comprende completamente, se asocia a factores genéticos, predisposición familiar y desencadenantes ambientales como infecciones o estrés. La artritis reumatoide puede afectar una o ambas rodillas y suele presentarse de forma simétrica.
A diferencia de la osteoartritis, la artritis reumatoide suele afectar ambas rodillas de manera simétrica. Esta condición es progresiva y puede llevar a daños severos en los tejidos articulares y deformidades si no se trata de manera temprana.
La artritis psoriásica, asociada a la psoriasis, ocurre debido a una combinación de factores autoinmunes e inflamatorios. Otras enfermedades inflamatorias sistémicas, como el lupus eritematoso sistémico o la espondilitis anquilosante, también pueden afectar la rodilla como parte de su cuadro clínico.
Los síntomas incluyen dolor, hinchazón y rigidez, con episodios de exacerbaciones y remisiones. Además, puede ir acompañada de signos cutáneos típicos de la psoriasis, como placas rojas y escamosas.
En la gota, el exceso de ácido úrico en la sangre (hiperuricemia) provoca la formación de cristales de urato monosódico que se depositan en la rodilla, causando inflamación aguda y dolor intenso.
En la pseudogota, los cristales de pirofosfato cálcico se depositan en el cartílago, provocando una inflamación similar pero generalmente menos severa. Ambas condiciones están relacionadas con factores metabólicos, envejecimiento y predisposición genética.
Lesiones previas en la rodilla, como fracturas, roturas de meniscos o desgarros de ligamentos, pueden predisponer a la aparición de artritis postraumática. Estas lesiones alteran la biomecánica de la articulación y aceleran el desgaste del cartílago, incluso años después de haber ocurrido el traumatismo.
Algunas formas de artritis, como la artritis reumatoide, la osteoartritis precoz y la gota, tienen una fuerte predisposición genética. Las personas con antecedentes familiares de estas enfermedades tienen un mayor riesgo de desarrollarlas, especialmente si están expuestas a otros factores de riesgo.
Es una forma menos común, pero más grave de artritis de rodilla, causada por una infección bacteriana, viral o fúngica en la articulación. Generalmente, es causada por bacterias como el Staphylococcus aureus, aunque también puede ser provocada por virus u hongos.
Estas infecciones pueden llegar a la rodilla a través del torrente sanguíneo, heridas abiertas, cirugía articular previa o infiltraciones. La acumulación de microorganismos y la respuesta inflamatoria resultante dañan rápidamente los tejidos articulares, lo que hace que esta forma de artritis sea una emergencia médica y requiere tratamiento inmediato con antibióticos y, en muchos casos, drenaje quirúrgico para prevenir el daño permanente a la articulación o complicaciones sistémicas graves como la sepsis.
Esta condición se caracteriza por un inicio súbito de dolor intenso, hinchazón significativa, enrojecimiento y fiebre.
La artritis de rodilla se manifiesta con una variedad de síntomas que pueden variar en intensidad según la causa subyacente y la etapa de la enfermedad.
1. Dolor articular
Es el síntoma más común y puede ser leve al inicio, aumentando progresivamente con la actividad física o al final del día. En casos avanzados, el dolor puede persistir incluso en reposo o durante la noche.
Puede ser un dolor generalizado en toda la articulación o focalizado en áreas específicas, como la parte interna de la rodilla (frecuente en la osteoartritis).
2. Rigidez
La rigidez es especialmente notable al levantarse por la mañana o después de un periodo prolongado de inactividad. En la osteoartritis, suele durar pocos minutos, mientras que en la artritis reumatoide puede prolongarse durante una hora o más.
3. Hinchazón
La rodilla puede verse inflamada debido a la acumulación de líquido sinovial (derrames articulares) o inflamación de los tejidos blandos. En la artritis reumatoide, la hinchazón suele ser blanda y difusa, mientras que en la artritis séptica puede ser más tensa y dolorosa.
4. Calor y enrojecimiento
La piel sobre la rodilla puede estar caliente y, en algunos casos, enrojecida, especialmente en la artritis séptica o durante brotes inflamatorios en la artritis reumatoide. Estos signos suelen indicar una inflamación activa e intensa.
5. Pérdida de movilidad
A medida que la enfermedad avanza, se reduce el rango de movimiento de la rodilla, dificultando la extensión y flexión completa.
6. Chasquidos o crepitaciones
Los pacientes pueden notar sonidos de chasquidos o crujidos al mover la rodilla. Esto ocurre debido al roce entre superficies articulares desgastadas, típico en la osteoartritis avanzada.
7. Deformidades articulares
En casos crónicos, la artritis puede causar deformidades como el desplazamiento de la rótula o alteraciones en el eje de la pierna (por ejemplo, genu varo o genu valgo). Estas deformidades agravan la pérdida de funcionalidad y la carga sobre la articulación.
8. Fatiga y síntomas generales
En formas inflamatorias como la artritis reumatoide, los pacientes pueden experimentar fatiga, febrícula y malestar general, reflejando la naturaleza sistémica de la enfermedad. En la artritis séptica, la fiebre alta y el deterioro del estado general son signos críticos que requieren atención médica inmediata.
9. Derrame articular
Puede aparecer un derrame que causa una sensación de tensión en la rodilla. El «signo del témpano» es un hallazgo típico en casos de derrames moderados o severos. A veces, es necesario aspirar el líquido para aliviar los síntomas y diagnosticar la causa.
10. Inestabilidad articular
Algunos pacientes refieren una sensación de que la rodilla «cede» o pierde estabilidad, especialmente en la osteoartritis avanzada o en presencia de daño en los ligamentos colaterales.
El diagnóstico de la artritis de rodilla es un proceso integral que involucra una evaluación clínica detallada, pruebas de diagnóstico por imágenes y, en algunos casos, análisis de sangre. El objetivo es identificar el tipo de artritis y la gravedad de la condición para determinar el tratamiento más adecuado.
El primer paso en el diagnóstico de la artritis de rodilla es una revisión completa del historial médico del paciente. El especialista preguntará sobre los síntomas, como la duración del dolor, la rigidez, la inflamación y si hay antecedentes familiares de artritis. También se considerarán factores como el estilo de vida, el nivel de actividad física y cualquier lesión previa en la rodilla.
Las pruebas de imagen son fundamentales para observar el estado de las articulaciones y los tejidos circundantes, y para confirmar el diagnóstico de artritis: radiografías, resonancia magnética o ecografía.
Un análisis de sangre es esencial para diagnosticar la artritis, ya que puede mostrar signos de inflamación en la membrana sinovial, la cual se ve afectada por la respuesta autoinmune en enfermedades como la artritis reumatoide.
En algunos casos, especialmente si el paciente tiene antecedentes familiares de artritis autoinmune o condiciones poco comunes, el médico puede ordenar pruebas genéticas o exámenes adicionales para confirmar el diagnóstico o evaluar el riesgo de otras afecciones.
El tratamiento de la artritis de rodilla depende del tipo de artritis, la gravedad de los síntomas y el impacto en la calidad de vida del paciente. Su objetivo principal es aliviar el dolor, reducir la inflamación, mejorar la función articular y prevenir el daño progresivo.
Este enfoque se basa en cambios en el estilo de vida y terapias que no implican medicamentos, y suelen ser la base del tratamiento para cualquier tipo de artritis.
Uso de dispositivos de apoyo: las rodilleras, ortesis o bastones ayudan a reducir la carga en la articulación y mejorar la estabilidad.
Los medicamentos se utilizan para controlar el dolor, la inflamación y, en algunos casos, ralentizar la progresión de la enfermedad.
Estas opciones actúan directamente en la articulación afectada para aliviar los síntomas:
La prevención de la artritis de rodilla depende del tipo específico de la enfermedad, ya que algunas formas, como la osteoartritis, pueden retrasarse con medidas adecuadas, mientras que otras, como la artritis reumatoide, no siempre son prevenibles debido a su origen autoinmune o genético.
Sin embargo, adoptar hábitos saludables y realizar ciertas intervenciones puede reducir el riesgo de desarrollar artritis o retardar su progresión.
1. Mantener un peso saludable
El exceso de peso es uno de los factores de riesgo más importantes para la osteoartritis de rodilla, ya que aumenta la carga sobre las articulaciones y acelera el desgaste del cartílago. Perder incluso una pequeña cantidad de peso puede disminuir significativamente la presión en las rodillas y reducir el riesgo de degeneración articular.
2. Evitar lesiones articulares
Las lesiones previas en la rodilla, como esguinces, roturas de meniscos o ligamentos, pueden predisponer a la artritis postraumática. Es fundamental proteger las rodillas durante las actividades deportivas utilizando calzado adecuado, fortaleciendo los músculos que estabilizan la articulación y practicando técnicas correctas para evitar impactos innecesarios.
3. Actividad física regular y moderada
El ejercicio regular ayuda a mantener las articulaciones saludables, fortaleciendo los músculos que las rodean y mejorando su estabilidad. Las actividades de bajo impacto, como caminar, nadar o andar en bicicleta, son ideales para mantener la movilidad sin dañar las articulaciones. Además, un programa equilibrado de ejercicios debe incluir estiramientos para preservar la flexibilidad y ejercicios de fortalecimiento para proteger las rodillas.
4. Alimentación saludable
Una dieta rica en nutrientes esenciales contribuye a la salud articular. El consumo de alimentos ricos en omega-3 (pescados grasos como salmón y caballa), antioxidantes (frutas y verduras) y calcio (lácteos, vegetales de hoja verde) puede ayudar a reducir la inflamación y fortalecer los huesos. Limitar el consumo de alimentos ultraprocesados y azúcares refinados también puede reducir el riesgo de enfermedades metabólicas como la gota.
5. Evitar la sobrecarga articular
Actividades laborales o deportivas que impliquen movimientos repetitivos o cargar objetos pesados pueden acelerar el desgaste articular. Si estas actividades son inevitables, es importante adoptar medidas para minimizar el impacto, como tomar descansos regulares, usar técnicas adecuadas y recurrir a dispositivos ergonómicos.
6. Controlar enfermedades subyacentes
Algunas condiciones médicas como la gota, la pseudogota o la diabetes pueden predisponer al desarrollo de artritis de rodilla. Mantener un control estricto de estas enfermedades con la ayuda de un médico reduce significativamente el riesgo de complicaciones articulares.
7. Evaluación y tratamiento tempranos
En personas con predisposición genética o antecedentes familiares de artritis, es fundamental consultar a un especialista ante los primeros síntomas de dolor o rigidez en la rodilla. El diagnóstico temprano permite implementar estrategias para retrasar el avance de la enfermedad y minimizar el daño articular.
8. Evitar infecciones
La artritis séptica, causada por infecciones bacterianas o virales, puede prevenirse mediante medidas básicas como mantener una higiene adecuada, tratar oportunamente cualquier infección sistémica y evitar el uso no indicado de procedimientos invasivos en la articulación.
Lamentablemente, la artritis de rodilla no tiene cura definitiva, especialmente en casos de osteoartritis, que es una enfermedad degenerativa. Sin embargo, existen tratamientos efectivos que pueden aliviar los síntomas, mejorar la movilidad y retrasar la progresión de la enfermedad.
Los enfoques incluyen medicamentos, terapia física, cambios en el estilo de vida y, en algunos casos, cirugía, como la prótesis de rodilla. El objetivo del tratamiento es mejorar la calidad de vida y reducir el dolor.
Sí, hacer ejercicio es seguro y altamente beneficioso para las personas con artritis de rodilla, siempre que se elijan actividades adecuadas. Ejercicios de bajo impacto como caminar, nadar o andar en bicicleta son excelentes opciones, ya que ayudan a fortalecer los músculos alrededor de la rodilla, lo que brinda mayor soporte a la articulación.
Es importante evitar actividades que generen un alto impacto, como correr o saltar, ya que pueden empeorar los síntomas. Siempre es recomendable consultar con un fisioterapeuta o especialista antes de comenzar cualquier programa de ejercicios.
Existen varios signos que pueden indicar que la artritis de rodilla está empeorando:
En la mayoría de los casos, la artritis de rodilla afecta específicamente a esa articulación. Sin embargo, en condiciones como la artritis reumatoide o la artritis psoriásica, que son enfermedades autoinmunes o inflamatorias sistémicas, la inflamación puede extenderse a otras articulaciones del cuerpo.
En casos avanzados, la artritis de rodilla también puede generar un desequilibrio en la postura o caminar, lo que puede afectar otras partes del cuerpo, como la cadera y la columna lumbar, debido a compensaciones en el movimiento. Es importante realizar un seguimiento médico para detectar cualquier implicación adicional.
Si bien no se puede prevenir por completo la artrosis de rodilla, se pueden tomar medidas para reducir el riesgo y retrasar su progresión. Mantener un peso saludable, hacer ejercicio regularmente, evitar lesiones, mantener una postura adecuada y llevar un estilo de vida saludable son estrategias que pueden ayudar a minimizar el riesgo de desarrollar artrosis de rodilla o a retrasar su aparición.
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