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La rodilla es la articulación que nos permite desplazarnos, correr o saltar, por lo que existe mayor riesgo de sufrir una lesión en la rodilla que en el resto de articulaciones. La luxación de rodilla es una lesión grave, aunque bastante habitual, que se produce por la falta de estabilidad de la rodilla y la dislocación de los huesos que la forman.
La luxación de la articulación de la rodilla se caracteriza por el desplazamiento del fémur y la tibia debido a un fuerte impacto, generalmente por un accidente de tráfico o por actividad deportiva. Este tipo de luxaciones pueden dañar la arteria poplítea y otras estructuras de la rodilla. En caso de existir lesión arterial, la persona afectada tiene mayor riesgo de complicaciones isquémicas.
Existen diferentes tipos de luxaciones de rodilla según el desplazamiento:
La fascitis plantar comúnmente causa dolor punzante en la parte interna del talón que suele desaparecer con los primeros pasos. A medida que te mueves el dolor normalmente disminuye, aunque puede retornar después de periodos de tiempo prolongados estando de pie o cuando te pones de pie después de estar sentado.
En el caso de deportistas, en cuanto a fascitis plantar, sus síntomas se manifiestan por la mañana y después de realizar deporte. Hay que tener en cuenta que una vez comienzan a aparecer los primeros síntomas es conveniente tomar medidas debido a que es muy probable que la fascitis se siga agudizando, pudiendo llegar a ser muy limitante tanto para la actividad deportiva como para la vida normal de la persona.
El resto de síntomas que acompañan a este tipo de lesión de rodilla son:
Dolor o molestias en la articulación.
Entumecimiento y palidez, cuando hay alteraciones en los nervios.
Incapacidad para caminar.
Existen diferentes razones por las que la rótula puede presentar inestabilidad y llegar a luxarse:
Para conocer si la rótula está luxada, es necesario evaluar el rango de movimiento de la rodilla y después realizar pruebas de imagen, como la resonancia magnética, para confirmar el diagnóstico.
En caso de no necesitar tratamiento quirúrgico, el primer paso es reducir la rótula para colocarla de nuevo en su lugar. Después se inmoviliza la rodilla y el paciente hace uso de muletas para evitar cargar todo el peso sobre la articulación. Posteriormente, en la fase de recuperación, se recomienda la fisioterapia para favorecer la movilización, tonificar la musculatura y reducir la inflamación a través de ejercicios de propiocepción y ejercicios isométricos.
El paciente requerirá intervención quirúrgica si ha sufrido varias luxaciones de rótula seguidas, debido a una deformidad ósea congénita, o si presenta inestabilidad después del tratamiento conservador. El tipo de tratamiento quirúrgico dependerá de la gravedad y de la causa por la que se ha producido la luxación. Aunque, en la mayoría de los casos, las operaciones tienen como finalidad la reconstrucción de los ligamentos que sostienen la rótula, como el ligamento cruzado anterior o el ligamento patelofemoral.
Tras sufrir una luxación de rodilla, si el paciente no necesita operarse, el tiempo de recuperación será de 6 a 8 semanas. Aunque este tiempo se puede alargar si ha sido necesaria la cirugía o tiene lugar algún tipo de complicación.
Para una correcta recuperación, y de manera complementaria al tratamiento conservador, puede ser recomendable:
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