Fusión espinal

La fusión espinal es un procedimiento quirúrgico utilizado para estabilizar la columna vertebral al unir permanentemente dos o más vértebras, con el objetivo de reducir el dolor y corregir deformidades como la escoliosis.

¿Qué es la fusión espinal?

La fusión espinal es una intervención quirúrgica diseñada para unir de manera permanente dos o más vértebras de la columna. Esta técnica elimina el movimiento entre ellas, proporcionando estabilidad y reduciendo el dolor crónico asociado a condiciones como la escoliosis, la inestabilidad vertebral, o la degeneración de discos.

También conocida como cirugía de fusión espinal, este procedimiento implica el uso de injertos óseos y, en muchos casos, la colocación de tornillos, placas o barras metálicas para mantener las vértebras en posición hasta que se fusionen de forma natural.

La operación se realiza bajo anestesia general y puede durar varias horas, dependiendo de la extensión del área a tratar. Con frecuencia se utiliza en combinación con otras técnicas como la laminectomía o la discectomía para aliviar la presión sobre la médula espinal o los nervios.

Existen distintos tipos, como la fusión espinal lumbar, que se centra en la parte baja de la espalda, o la fusión espinal completa, en casos más extensos o graves. Este procedimiento puede realizarse por vía anterior, posterior o lateral, y la elección depende de la localización del problema y de la técnica preferida por el cirujano.

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Causas de la fusión espinal

La fusión espinal se realiza para tratar una variedad de condiciones que provocan dolor crónico, inestabilidad vertebral o deformidades estructurales en la columna. Es una técnica indicada cuando los tratamientos conservadores, como fisioterapia o medicación, no han resultado eficaces.

Las causas más frecuentes que pueden requerir una cirugía de fusión espinal incluyen:

En todos estos casos, la fusión espinal lumbar es una de las intervenciones más comunes, ya que la zona baja de la espalda soporta gran parte del peso corporal y es muy propensa al desgaste y lesiones.

Síntomas que pueden indicar la necesidad de una fusión espinal

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Los pacientes que terminan siendo candidatos para una fusión espinal suelen presentar síntomas persistentes relacionados con la degeneración o inestabilidad de la columna vertebral. Estos síntomas interfieren significativamente con su calidad de vida y no mejoran con tratamientos conservadores.

Entre los signos más frecuentes que pueden justificar una evaluación quirúrgica se encuentran:

Estos síntomas suelen asociarse a afecciones como la escoliosis, la enfermedad degenerativa discal, o secuelas de cirugías anteriores. Cuando los estudios de imagen confirman un deterioro estructural y el paciente no mejora con tratamientos conservadores, la cirugía de fusión espinal se convierte en una opción viable.

Es especialmente importante actuar en casos donde hay síntomas neurológicos progresivos, ya que la presión mantenida sobre la médula espinal o los nervios puede provocar daños permanentes si no se corrige a tiempo.

¿Cómo se diagnostican las patologías que requieren fusión espinal?

El diagnóstico de las afecciones que pueden requerir una fusión espinal se basa en una evaluación clínica completa y en el uso de diversas pruebas de imagen. El objetivo es identificar con precisión la causa del dolor o la inestabilidad vertebral y valorar si la cirugía es la mejor opción terapéutica.

El proceso diagnóstico incluye:

Historia clínica detallada

El especialista recopila información sobre el dolor, su duración, intensidad, factores agravantes y tratamientos previos.

Se valoran la movilidad, fuerza muscular, reflejos, sensibilidad y signos de irritación nerviosa.

Fundamentales para valorar la estructura de la columna:

  • Radiografía simple, útil para detectar deformidades como escoliosis o espondilolistesis.
  • Resonancia magnética (RM), que muestra con gran detalle los discos, nervios y tejidos blandos.
  • Tomografía computarizada (TC), ideal para evaluar fracturas, fusiones previas o detalles óseos complejos.

En algunos casos, también se pueden realizar estudios como la electromiografía (EMG), para valorar el estado de los nervios periféricos, o pruebas funcionales de imagen que muestran cómo se mueven las vértebras entre sí, lo que ayuda a confirmar la inestabilidad espinal.

El diagnóstico preciso es clave para diferenciar entre una patología que puede tratarse con fisioterapia y una que requiere intervención quirúrgica. También es fundamental para decidir el tipo de procedimiento adecuado, como una fusión espinal lumbar, parcial o incluso una fusión espinal completa en casos más extensos.

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Tipos de procedimientos de fusión espinal

Existen diferentes tipos de fusión espinal, dependiendo de la zona afectada, la vía de abordaje y la técnica quirúrgica empleada. El objetivo de todos estos procedimientos es estabilizar la columna vertebral uniendo dos o más vértebras para eliminar el movimiento doloroso entre ellas.

Los principales tipos de procedimientos incluyen:

Además, los avances técnicos han permitido el desarrollo de técnicas menos invasivas, como la fusión espinal mínimamente invasiva, que utiliza incisiones más pequeñas y reduce el tiempo de recuperación.

Es fundamental que el tipo de fusión sea personalizado para cada paciente, considerando su diagnóstico, edad, estado óseo, y nivel de actividad física. Un diagnóstico preciso y una planificación quirúrgica detallada son esenciales para garantizar los mejores resultados.

Diferencia entre microdiscectomía y fusión espinal lumbar

La microdiscectomía y la fusión espinal lumbar son procedimientos quirúrgicos utilizados para tratar problemas en la zona baja de la espalda, pero tienen objetivos, indicaciones y técnicas muy distintas.

La microdiscectomía se realiza para eliminar parte de un disco intervertebral que está presionando una raíz nerviosa, habitualmente en casos de hernia discal. Esta intervención es menos invasiva, conserva la movilidad de la columna y tiene un tiempo de recuperación más corto. Es especialmente eficaz cuando el dolor se irradia hacia la pierna (ciática) y el problema está bien localizado.

Por otro lado, la fusión espinal lumbar se indica en situaciones de inestabilidad vertebral, degeneración avanzada, escoliosis o tras una cirugía fallida. Su finalidad es unir de forma permanente dos o más vértebras mediante injertos óseos y materiales de fijación, como tornillos y placas. Al eliminar el movimiento en el segmento afectado, se consigue una mayor estabilidad y alivio del dolor mecánico.

Mientras que la microdiscectomía permite mantener el rango de movimiento entre las vértebras tratadas, la fusión lo restringe deliberadamente para evitar el roce y la irritación crónica. Además, la fusión espinal conlleva un tiempo de recuperación más prolongado, requiere mayor inmovilización y suele implicar rehabilitación intensiva.

¿Cómo es la recuperación tras una fusión espinal?

La recuperación tras una fusión espinal es un proceso gradual que puede extenderse durante varios meses, dependiendo del número de vértebras intervenidas, la técnica utilizada y el estado general del paciente. Aunque se trata de una cirugía mayor, la mayoría de los pacientes experimenta una mejora significativa del dolor y de la estabilidad de la columna con el tiempo.

Tras la cirugía, el paciente suele permanecer ingresado bajo observación, especialmente si se ha realizado una fusión espinal lumbar extensa o si se trata de una fusión espinal completa. Es común sentir dolor moderado en la zona operada, controlado con medicación, y algo de rigidez al moverse.

Se recomienda limitar los movimientos bruscos, evitar cargar peso y mantener una postura adecuada al sentarse y caminar. En muchos casos, se indica el uso de una faja lumbar o corsé ortopédico para dar soporte adicional a la columna mientras se consolida la fusión.

Es una parte esencial del proceso. Comienza con ejercicios suaves y se va intensificando progresivamente bajo supervisión médica. El objetivo es recuperar la movilidad, mejorar la fuerza muscular y reeducar la postura sin comprometer la cicatrización.

La fusión entre las vértebras puede tardar entre 3 y 6 meses en consolidarse por completo. Durante este tiempo, el paciente debe seguir controles periódicos con su cirujano y realizar radiografías para confirmar que los injertos óseos están integrándose correctamente.

En general, los pacientes pueden retomar actividades livianas entre las 6 y 12 semanas, pero el retorno al trabajo o al deporte dependerá de la actividad específica y del progreso individual. Con una correcta rehabilitación y seguimiento, la mayoría logra mejoras funcionales importantes y reducción del dolor crónico.

Fusión espinal

Preguntas frecuentes sobre la fusión espinal

La duración de una cirugía de fusión espinal depende de múltiples factores, como el número de vértebras a fusionar, la vía de abordaje (anterior, posterior o combinada), la complejidad de la lesión y si se asocian otros procedimientos. En términos generales, la intervención puede durar entre 2 y 6 horas.

En cirugías más localizadas, como una fusión espinal lumbar de un solo nivel, el tiempo quirúrgico es más corto, mientras que una fusión espinal completa o de múltiples niveles puede prolongarse significativamente. Además, la preparación del paciente, la colocación del instrumental y el cierre cuidadoso de las incisiones también influyen en el tiempo total.

Es importante considerar que tras la cirugía, el paciente suele pasar varias horas en la unidad de recuperación postanestésica y puede requerir hospitalización durante 2 a 5 días según su evolución.

Sí, la mayoría de los pacientes puede caminar desde los primeros días después de una fusión espinal, siempre bajo supervisión médica. De hecho, la movilización temprana forma parte del protocolo de recuperación para prevenir complicaciones como trombosis, rigidez o pérdida de masa muscular.

Durante los primeros días, se recomienda caminar en distancias cortas, evitando giros bruscos o superficies irregulares. A medida que el paciente recupera fuerza y equilibrio, puede aumentar la distancia y frecuencia de sus caminatas, siempre siguiendo las indicaciones del equipo de rehabilitación.

Caminar es un ejercicio seguro y beneficioso para favorecer la circulación, mejorar la respiración y estimular la recuperación funcional sin poner en riesgo la cirugía.

Después del alta hospitalaria, es fundamental seguir una serie de cuidados domiciliarios para favorecer la recuperación:

  • Evitar cargar peso o realizar esfuerzos.
  • Dormir en una cama firme, preferiblemente en posición supina (boca arriba).
  • Utilizar una silla con buen respaldo y evitar estar sentado por períodos prolongados.
  • No conducir durante las primeras semanas.
  • Tomar la medicación según prescripción médica.
  • Vigilar la herida quirúrgica para detectar signos de infección (enrojecimiento, supuración, fiebre).
  • Asistir puntualmente a las citas de seguimiento.

Además, puede indicarse el uso de un corsé ortopédico lumbar para estabilizar la zona intervenida, especialmente en pacientes con fusión extensa o factores de riesgo óseo.

El tiempo para volver al trabajo depende del tipo de empleo y del progreso individual de cada paciente. En trabajos sedentarios (oficina, administración), el retorno puede darse entre 6 y 12 semanas si la evolución es favorable. En cambio, en trabajos que implican esfuerzo físico, levantamiento de peso o movimientos repetitivos, puede ser necesario esperar 4 a 6 meses o incluso más.

El regreso al trabajo debe ser progresivo y supervisado por el equipo médico, que valorará el estado de la columna, el grado de consolidación ósea y la fuerza muscular antes de autorizarlo. También es recomendable adaptar temporalmente el puesto de trabajo para evitar recaídas.

Sí, pero con restricciones y de forma progresiva. La mayoría de los pacientes puede retomar la actividad física moderada una vez completada la consolidación ósea, que suele tardar entre 3 y 6 meses. Actividades como caminar, nadar o hacer bicicleta estática suelen estar permitidas en etapas tempranas de la recuperación.

Los deportes de impacto (correr, saltar), de contacto (fútbol, rugby) o que requieren torsiones intensas (tenis, golf) deben evitarse hasta recibir autorización médica, ya que pueden poner en riesgo la zona intervenida.

Muchos pacientes vuelven a practicar deporte con normalidad, aunque en algunos casos se deben hacer ajustes o elegir actividades más seguras para proteger la columna.

El proceso de fusión ósea tras la cirugía no es inmediato. En promedio, el injerto óseo colocado durante la operación tarda entre 3 y 6 meses en consolidarse, aunque en algunos casos puede extenderse hasta 12 meses, especialmente si hay factores de riesgo como osteoporosis, tabaquismo o enfermedades crónicas.

Durante este periodo, es clave evitar movimientos que comprometan la zona intervenida y seguir las indicaciones de rehabilitación. Los controles radiológicos periódicos permiten al especialista comprobar que el hueso se está formando correctamente y que no hay desplazamiento del material de fijación.

Una vez completada la fusión, la columna se vuelve estable y el paciente puede retomar sus actividades con mayor seguridad.

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