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La artrosis de rodilla, conocida como osteoartritis de la articulación femorotibial, es un trastorno crónico, degenerativo y progresivo; que afecta a la articulación de la rodilla, una de las estructuras más complejas y cargadas del sistema músculo-esquelético.
La rodilla se compone de tres compartimentos: el femoropatelar, el femorotibial medial y el femorotibial lateral. Estos compartimentos están revestidos de cartílago articular, el cual permite el deslizamiento suave de las superficies articulares y la absorción de cargas. La artrosis de rodilla se caracteriza por la degeneración progresiva del cartílago articular, lo que conduce a la exposición del hueso subyacente.
La artrosis de rodilla se manifiesta clínicamente con síntomas que incluyen dolor, rigidez matinal, crepitación articular y limitación en la amplitud de movimiento. El dolor es uno de los síntomas predominantes y suele empeorar con la actividad, aliviándose con el reposo.
A medida que los síntomas de la enfermedad progresan, desde el dolor constante hasta la limitación en la movilidad, la necesidad de estrategias de tratamiento efectivas se vuelve imperante.
Las diferentes opciones terapéuticas disponibles pueden ayudar a aliviar el dolor, mejorar la función articular y permitiéndote recuperar la calidad de vida perdida debido a la artrosis de rodilla.
La terapia física o fisioterapia, se erige como un pilar fundamental en el abordaje de la artrosis de rodilla.
La terapia física utiliza una variedad de técnicas para reducir el dolor y la inflamación en la articulación de la rodilla. Esto puede incluir la aplicación de modalidades como el hielo o el calor, la electroterapia y las técnicas de terapia manual, como el masaje, que alivian la tensión y mejoran la circulación sanguínea local.
Los fisioterapeutas trabajan en estrecha colaboración con los pacientes para restaurar la amplitud de movimiento en la rodilla. A través de ejercicios específicos, técnicas de estiramiento y movilizaciones, se busca contrarrestar la rigidez y la limitación en la articulación.
El fortalecimiento de los músculos que rodean la rodilla es esencial para mejorar la estabilidad y reducir la carga sobre la articulación. Los fisioterapeutas diseñan programas de ejercicios personalizados que se centran en fortalecer los músculos cuádriceps, isquiotibiales y otros grupos musculares relevantes.
El enfoque y la duración de la rehabilitación pueden variar según el tratamiento recibido, ya sea terapia física, procedimientos quirúrgicos o intervenciones médicas.
Después de una cirugía de reemplazo de rodilla (artroplastia), la rehabilitación comienza en el hospital y continúa en el hogar o en un centro de rehabilitación.
La terapia física conservadora puede continuar durante varias semanas o meses, según la necesidad del paciente. Los ejercicios se personalizan para mejorar la fuerza, la estabilidad y la flexibilidad de la rodilla.
En el caso de tratamientos médicos no quirúrgicos, como inyecciones de ácido hialurónico o corticosteroides, la rehabilitación generalmente se centra en la recuperación del dolor y la mejora de la función articular.
Después del tratamiento, se pueden requerir adaptaciones en el estilo de vida, como la pérdida de peso, el uso de dispositivos de ayuda o cambios en la actividad física.
Las principales etapas de rehabilitación que se pueden incluir después del tratamiento son: fisioterapia continuada, control del dolor e inflamación, programa de ejercicios en casa y apoyo con dispositivos ortopédicos.
Es importante destacar que la rehabilitación después del tratamiento de la artrosis de tobillo es altamente individualizada y varía según la gravedad de la afección y las necesidades del paciente.
La artrosis de rodilla es una afección crónica y degenerativa que no tiene una cura definitiva. Sin embargo, existen tratamientos destinados a aliviar los síntomas, mejorar la función y retrasar la progresión de la enfermedad. Estos tratamientos incluyen terapia física, medicamentos, cambios en el estilo de vida y, en algunos casos, cirugía. El objetivo principal es mejorar la calidad de vida y permitir que los pacientes gestionen mejor los síntomas.
La artrosis de rodilla puede afectar a personas de todas las edades, pero es más común en personas mayores. La edad media de inicio suele estar en la segunda mitad de la vida, generalmente después de los 50 años. Sin embargo, factores como lesiones previas, predisposición genética y ciertos trastornos médicos pueden hacer que la artrosis de rodilla se presente en personas más jóvenes.
La cirugía se recomienda en situaciones en las que los tratamientos no quirúrgicos no son efectivos y los síntomas son graves. Las opciones quirúrgicas incluyen la artroplastia total de rodilla (reemplazo de la articulación de la rodilla) y la artroscopia para limpiar o reparar daños en la articulación.
La decisión de realizar una cirugía se basa en la evaluación de un especialista traumatólogo de rodilla y la consideración de la gravedad de la afección y el impacto en la calidad de vida del paciente.
La recuperación después de una cirugía de artrosis de rodilla puede variar según el tipo de procedimiento y la respuesta individual del paciente. En general, la rehabilitación postoperatoria puede llevar varias semanas o varios meses.
Los pacientes suelen comenzar la fisioterapia poco después de la cirugía para restaurar la movilidad y la fuerza. La recuperación completa puede tomar varios meses, y la capacidad de volver a las actividades normales varía según el paciente y el procedimiento realizado.
Un estilo de vida saludable que incluya una dieta equilibrada y la práctica de ejercicio de bajo impacto puede ayudar a aliviar los síntomas de la artrosis de rodilla. La pérdida de peso, si es necesario, puede reducir la carga en la rodilla. Una dieta rica en antioxidantes y antiinflamatorios naturales, como frutas, verduras y pescado, puede ayudar a mantener la salud de las articulaciones. Evitar el tabaco y limitar el consumo de alcohol también puede ser beneficioso.
Si bien no se puede prevenir por completo la artrosis de rodilla, se pueden tomar medidas para reducir el riesgo y retrasar su progresión. Mantener un peso saludable, hacer ejercicio regularmente, evitar lesiones, mantener una postura adecuada y llevar un estilo de vida saludable son estrategias que pueden ayudar a minimizar el riesgo de desarrollar artrosis de rodilla o a retrasar su aparición.
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