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Artrosis de rodilla: Síntomas, tratamiento y prevención

Tabla de contenidos

¿Qué es la artrosis de rodilla?

La artrosis de rodilla, conocida como osteoartritis de la articulación femorotibial, es un trastorno crónico, degenerativo y progresivo; que afecta a la articulación de la rodilla, una de las estructuras más complejas y cargadas del sistema músculo-esquelético.

La rodilla se compone de tres compartimentos: el femoropatelar, el femorotibial medial y el femorotibial lateral. Estos compartimentos están revestidos de cartílago articular, el cual permite el deslizamiento suave de las superficies articulares y la absorción de cargas. La artrosis de rodilla se caracteriza por la degeneración progresiva del cartílago articular, lo que conduce a la exposición del hueso subyacente.

La artrosis de rodilla se manifiesta clínicamente con síntomas que incluyen dolor, rigidez matinal, crepitación articular y limitación en la amplitud de movimiento. El dolor es uno de los síntomas predominantes y suele empeorar con la actividad, aliviándose con el reposo.

artrosis de rodilla

Síntomas de la artrosis de rodilla

La artrosis de rodilla se manifiesta a través de una variedad de síntomas que reflejan la progresión de la enfermedad y su impacto en la función articular. Pueden variar en intensidad y pueden afectar la calidad de vida de manera significativa.
  1. Dolor articular: es uno de los síntomas cardinales de la artrosis de rodilla. Los pacientes experimentan dolor en la articulación afectada, que a menudo es descrito como sordo, punzante o doloroso. Este dolor puede ser constante o intermitente y generalmente empeora con la actividad física, como caminar, subir escaleras o realizar movimientos de flexión y extensión de la rodilla. El dolor puede mejorar con el reposo, pero tiende a regresar cuando se reanudan las actividades.
  2. Rigidez matinal: al despertar por la mañana o después de períodos prolongados de inactividad. La rigidez matinal puede limitar la capacidad de doblar o enderezar completamente la rodilla y suele mejorar con el movimiento a lo largo del día.
  3. Crepitación articular: se refiere a un crujido o chasquido que se produce al mover la rodilla. Esta sensación audible y palpable se debe a la fricción entre las superficies articulares desgastadas y a la presencia de osteofitos (espículas óseas) en la articulación.
  4. Inflamación y aumento de tamaño: en algunos casos, la artrosis de rodilla puede causar inflamación de la articulación, lo que se manifiesta como hinchazón y aumento de tamaño en la zona afectada
  5. Limitación en la amplitud de movimiento: la pérdida progresiva de cartílago y la formación de osteofitos, pueden limitar la amplitud de movimiento de la rodilla. Puedes tener dificultad para doblar la rodilla por completo o extenderla por completo.
  6. Debilidad muscular: esta debilidad puede agravar aún más los síntomas y dificultar la función de la articulación.
  7. Limitaciones en la actividad: a medida que la artrosis de rodilla progresa, los síntomas pueden interferir significativamente con la capacidad de una persona para llevar a cabo actividades cotidianas, como caminar, subir escaleras, agacharse o practicar deportes.
Es fundamental reconocer estos síntomas como indicativos de la artrosis de rodilla y buscar evaluación y tratamiento médico adecuados. El abordaje temprano y la gestión de esta afección pueden ayudar a mejorar la calidad de vida y retrasar la progresión de la enfermedad.

Causas de la artrosis de rodilla

A continuación, detallaremos las principales causas y factores predisponentes de la artrosis de rodilla:
  1. Envejecimiento: es uno de los factores de riesgo más significativos para el desarrollo de la artrosis de rodilla. Con el tiempo, las estructuras articulares, incluido el cartílago, experimentan desgaste natural debido a la acumulación de tensiones y microtraumatismos a lo largo de la vida. A medida que envejecemos, la capacidad del cartílago para regenerarse y mantener su integridad disminuye, lo que contribuye a la degeneración articular.
  2. Genética: se ha observado una predisposición genética en algunas personas para desarrollar artrosis de rodilla. La herencia de ciertos genes puede aumentar la susceptibilidad a la enfermedad.
  3. Traumatismos y lesiones previas: las lesiones traumáticas, como desgarros de menisco, lesiones de ligamentos cruzados o fracturas articulares, pueden dañar el cartílago y las estructuras articulares, lo que aumenta la probabilidad de desarrollar artrosis en el futuro. Las lesiones deportivas o accidentes que afectan la rodilla son factores de riesgo significativos.
  4. Sobrecarga y desgaste excesivo: la sobrecarga de peso corporal, especialmente en casos de sobrepeso u obesidad, ejerce presión adicional sobre las articulaciones de la rodilla. Esta carga adicional puede acelerar la degradación del cartílago y aumentar el riesgo de artrosis. Además, la realización de actividades repetitivas o intensas que implican movimientos de flexión y extensión de la rodilla puede contribuir al desgaste articular.
  5. Malformaciones anatómicas: como la displasia femoropatelar, pueden aumentar la presión y el estrés en las superficies articulares, lo que aumenta la probabilidad de artrosis.
  6. Factores metabólicos: como la gota o la hemocromatosis, pueden predisponer a la formación de cristales en la articulación de la rodilla, lo que contribuye a la inflamación y al daño articular.
  7. Actividad física inadecuada: la falta de actividad física o el exceso de inmovilidad pueden debilitar los músculos que rodean la rodilla, lo que puede aumentar la carga y el estrés en la articulación y favorecer la progresión de la enfermedad.
  8. Inflamación crónica: las enfermedades autoinmunes y la inflamación crónica, como la artritis reumatoide, pueden afectar la integridad de la articulación de la rodilla y desencadenar cambios degenerativos.

Tratamiento de la artrosis de rodilla

A medida que los síntomas de la enfermedad progresan, desde el dolor constante hasta la limitación en la movilidad, la necesidad de estrategias de tratamiento efectivas se vuelve imperante.

Las diferentes opciones terapéuticas disponibles pueden ayudar a aliviar el dolor, mejorar la función articular y permitiéndote recuperar la calidad de vida perdida debido a la artrosis de rodilla.

La terapia física o fisioterapia, se erige como un pilar fundamental en el abordaje de la artrosis de rodilla.

La terapia física utiliza una variedad de técnicas para reducir el dolor y la inflamación en la articulación de la rodilla. Esto puede incluir la aplicación de modalidades como el hielo o el calor, la electroterapia y las técnicas de terapia manual, como el masaje, que alivian la tensión y mejoran la circulación sanguínea local.

Los fisioterapeutas trabajan en estrecha colaboración con los pacientes para restaurar la amplitud de movimiento en la rodilla. A través de ejercicios específicos, técnicas de estiramiento y movilizaciones, se busca contrarrestar la rigidez y la limitación en la articulación.

El fortalecimiento de los músculos que rodean la rodilla es esencial para mejorar la estabilidad y reducir la carga sobre la articulación. Los fisioterapeutas diseñan programas de ejercicios personalizados que se centran en fortalecer los músculos cuádriceps, isquiotibiales y otros grupos musculares relevantes.

Los ejercicios recomendados para aliviar los síntomas de la artrosis de rodilla se centran en fortalecer los músculos circundantes, mejorar la flexibilidad y reducir la carga en la articulación de la rodilla
  1. Ejercicios de movilidad:
  • Flexión y extensión de la rodilla: sentado en una silla, extiende y doble lentamente la rodilla afectada, manteniendo los movimientos suaves y controlados.
  • Movilizaciones pasivas: un fisioterapeuta puede realizar movilizaciones pasivas en la articulación para ayudar a mejorar la amplitud de movimiento.
  1. Fortalecimiento muscular:
  • Ejercicios de cuádriceps: sentado o acostado, contraiga los músculos del cuádriceps durante unos segundos y luego relaje. Repita este ejercicio.
  • Ejercicios de isquiotibiales: acostado boca arriba, doble la rodilla y eleve el talón hacia el techo, manteniendo la espalda en el suelo.
  • Elevación de la pierna recta: acostado boca arriba, eleve la pierna afectada hacia arriba y sosténgala durante unos segundos antes de bajarla.
  • Abducción de cadera: con una banda elástica alrededor de los tobillos, realice movimientos de apertura lateral de las piernas.
  1. Ejercicios de equilibrio y estabilidad en una pierna: apoyándose en una superficie estable, practique mantener el equilibrio en una pierna a la vez. Esto ayuda a mejorar la estabilidad de la rodilla.
  2. Ejercicios de estiramiento: Estiramientos de cuádriceps e isquiotibiales: realice estiramientos suaves antes y después de los ejercicios de fortalecimiento. Estiramiento de los músculos de la pantorrilla: colóquese de pie y flexione el pie hacia arriba contra una pared.
5. Ejercicios aeróbicos de bajo impacto: nadar, andar en bicicleta o usar una máquina elíptica son ejemplos de ejercicios aeróbicos que pueden ayudar a mejorar la resistencia cardiovascular sin someter a la rodilla a impactos excesivos.

El enfoque y la duración de la rehabilitación pueden variar según el tratamiento recibido, ya sea terapia física, procedimientos quirúrgicos o intervenciones médicas.

Después de una cirugía de reemplazo de rodilla (artroplastia), la rehabilitación comienza en el hospital y continúa en el hogar o en un centro de rehabilitación.

La terapia física conservadora puede continuar durante varias semanas o meses, según la necesidad del paciente. Los ejercicios se personalizan para mejorar la fuerza, la estabilidad y la flexibilidad de la rodilla.

En el caso de tratamientos médicos no quirúrgicos, como inyecciones de ácido hialurónico o corticosteroides, la rehabilitación generalmente se centra en la recuperación del dolor y la mejora de la función articular.

Después del tratamiento, se pueden requerir adaptaciones en el estilo de vida, como la pérdida de peso, el uso de dispositivos de ayuda o cambios en la actividad física.

Las principales etapas de rehabilitación que se pueden incluir después del tratamiento son: fisioterapia continuada, control del dolor e inflamación, programa de ejercicios en casa y apoyo con dispositivos ortopédicos.

Es importante destacar que la rehabilitación después del tratamiento de la artrosis de tobillo es altamente individualizada y varía según la gravedad de la afección y las necesidades del paciente.

El proceso de diagnóstico suele involucrar los siguientes pasos:
  1. Historia clínica: el médico comienza recopilando información sobre los síntomas y la historia médica. Esto incluye preguntas sobre el dolor en la rodilla, la duración de los síntomas, factores desencadenantes, actividades que empeoran o alivian el dolor, lesiones previas y otros problemas médicos.
  2. Examen físico: se evalúa la amplitud de movimiento, la estabilidad, la presencia de inflamación, la crepitación y la fuerza muscular. El médico también puede buscar signos de deformidad, como la presencia de osteofitos (espículas óseas).
  3. Radiografías: las imágenes radiográficas pueden mostrar la pérdida de espacio articular, la formación de osteofitos y la degeneración del cartílago. 
  4. Resonancia Magnética (RM): es útil para evaluar las estructuras blandas en la articulación de la rodilla, como el cartílago, los meniscos, los ligamentos y la membrana sinovial. Proporciona información detallada sobre la extensión de los daños y puede ayudar a descartar otras afecciones que puedan presentar síntomas similares.
  5. Análisis de líquido sinovial: en algunos casos, se puede realizar una artrocentesis, que consiste en la extracción y análisis del líquido sinovial de la articulación. Esto puede ayudar a descartar otras afecciones, como la artritis séptica o la gota, que pueden presentar síntomas similares a la artrosis.

Prevención de la artrosis de rodilla

La prevención de la artrosis de rodilla implica adoptar medidas destinadas a reducir los factores de riesgo y mantener la salud de la articulación. Aunque la artrosis de rodilla no siempre se puede prevenir por completo, es posible tomar medidas para minimizar el riesgo de desarrollarla o retrasar su progresión.
  1. Mantener un peso saludable: la obesidad y el sobrepeso son factores de riesgo significativos para la artrosis de rodilla, ya que aumentan la carga y la presión sobre las articulaciones de la rodilla. Mantener un peso corporal saludable mediante la dieta y el ejercicio puede reducir la probabilidad de desarrollar artrosis.
  2. Hacer ejercicio regularmente: es fundamental para fortalecer los músculos que rodean la rodilla, mejorar la estabilidad y mantener la función articular. El ejercicio de bajo impacto, como nadar, andar en bicicleta o usar una máquina elíptica, puede ser beneficioso.
  3. Evitar lesiones: como desgarros de menisco o ligamentos, pueden aumentar el riesgo de artrosis en el futuro. Es importante tomar precauciones al practicar deportes o actividades físicas para evitar lesiones.
  4. Tener una postura correcta: utilizar técnicas de levantamiento adecuadas puede ayudar a reducir el estrés en las articulaciones de la rodilla.
  5. Calzado adecuado: especialmente para actividades físicas, puede ayudar a absorber el impacto y reducir la presión en la rodilla.
  6. Evitar la inmovilidad prolongada: puede debilitar los músculos y aumentar la carga sobre la rodilla. Es importante mantenerse activo y realizar estiramientos y ejercicios de fortalecimiento.
Si experimentas síntomas de dolor o rigidez en la rodilla, es importante consultar a un médico para un diagnóstico temprano y un manejo adecuado. La detección precoz y el tratamiento de afecciones subyacentes pueden ayudar a prevenir la progresión de la artrosis.

Preguntas frecuentes

La artrosis de rodilla es una afección crónica y degenerativa que no tiene una cura definitiva. Sin embargo, existen tratamientos destinados a aliviar los síntomas, mejorar la función y retrasar la progresión de la enfermedad. Estos tratamientos incluyen terapia física, medicamentos, cambios en el estilo de vida y, en algunos casos, cirugía. El objetivo principal es mejorar la calidad de vida y permitir que los pacientes gestionen mejor los síntomas.

La artrosis de rodilla puede afectar a personas de todas las edades, pero es más común en personas mayores. La edad media de inicio suele estar en la segunda mitad de la vida, generalmente después de los 50 años. Sin embargo, factores como lesiones previas, predisposición genética y ciertos trastornos médicos pueden hacer que la artrosis de rodilla se presente en personas más jóvenes.

  • Terapia física: ejercicios específicos para fortalecer los músculos y mejorar la amplitud de movimiento.
  • Medicamentos: analgésicos, antiinflamatorios y suplementos como el sulfato de glucosamina y condroitina.
  • Pérdida de peso: si es necesario, perder peso para reducir la carga en la rodilla.
  • Cambios en el estilo de vida: evitar actividades que empeoren los síntomas, como el impacto excesivo.
  • Inyecciones: de corticosteroides o ácido hialurónico para aliviar el dolor y la inflamación.
  • Ortopedia: uso de dispositivos como rodilleras o soportes para alinear y apoyar la rodilla.

La cirugía se recomienda en situaciones en las que los tratamientos no quirúrgicos no son efectivos y los síntomas son graves. Las opciones quirúrgicas incluyen la artroplastia total de rodilla (reemplazo de la articulación de la rodilla) y la artroscopia para limpiar o reparar daños en la articulación.

La decisión de realizar una cirugía se basa en la evaluación de un especialista traumatólogo de rodilla y la consideración de la gravedad de la afección y el impacto en la calidad de vida del paciente.

La recuperación después de una cirugía de artrosis de rodilla puede variar según el tipo de procedimiento y la respuesta individual del paciente. En general, la rehabilitación postoperatoria puede llevar varias semanas o varios meses.

Los pacientes suelen comenzar la fisioterapia poco después de la cirugía para restaurar la movilidad y la fuerza. La recuperación completa puede tomar varios meses, y la capacidad de volver a las actividades normales varía según el paciente y el procedimiento realizado.

Un estilo de vida saludable que incluya una dieta equilibrada y la práctica de ejercicio de bajo impacto puede ayudar a aliviar los síntomas de la artrosis de rodilla. La pérdida de peso, si es necesario, puede reducir la carga en la rodilla. Una dieta rica en antioxidantes y antiinflamatorios naturales, como frutas, verduras y pescado, puede ayudar a mantener la salud de las articulaciones. Evitar el tabaco y limitar el consumo de alcohol también puede ser beneficioso.

Si bien no se puede prevenir por completo la artrosis de rodilla, se pueden tomar medidas para reducir el riesgo y retrasar su progresión. Mantener un peso saludable, hacer ejercicio regularmente, evitar lesiones, mantener una postura adecuada y llevar un estilo de vida saludable son estrategias que pueden ayudar a minimizar el riesgo de desarrollar artrosis de rodilla o a retrasar su aparición.

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